Haciendo gala de una gran sensibilidad, Kazuyoshi Katayama expone las piezas del rompecabezas que es esta película en su conjunto; dando la información justa, pero sin llegar a mentir, para que las sucesivas revelaciones gocen de impacto y sorpresa.
Como si de una una cinta del propio Satoshi Kon se tratara, la narración se presenta de manera desordenada y caótica, dejando al espectador en muchas ocasiones descolocado y confuso. En en estos momentos de confusión donde se nota la mano y el buen hacer del director, ya que mantener un ritmo frenético pero controlado no está al alcance de cualquiera, y el resultado acaba siendo muy laudable.